(…) El camino hasta la cascada era sencillo. Tardaron sólo unos minutos hasta que llegaron. Allí había alguien sentado sobre una roca. Era un hombre alto, con barba larga y un parche sobre el ojo derecho. Llevaba puesta lo que parecía una túnica negra sobre la espalda. Al ver a los niños al otro lado del río se levantó de la roca despacio, como si le costara trabajo. Miró a los niños con media sonrisa. Después de unos segundos en silencio dijo algo a la pandilla que los dejó helados.
– Hola a todos. Me alegra veros aquí. Habéis crecido mucho desde la última vez que os vi.
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Todos estaban alucinados. ¿Cómo podía ser que aquel hombre tan extraño los conociera? Se miraron entre ellos sin saber qué decir. Fue Pedrito el que consiguió articular palabra.
– ¿Cómo ha dicho? ¿Usted nos conoce?
– ¡Claro que os conozco! -exclamó el hombre soltando una carcajada muy molesta-. Os conozco desde que erais mucho más pequeños. Prácticamente os he visto en vuestros carritos.
Mientras seguía hablando, comenzó a dar pasos pequeños hacia donde estaba la pandilla. A ninguno le gustaba el tono con el que hablaba el hombre del parche. La situación se hacía más y más tensa.
– Os he visto casi a diario pasar con vuestras mochilas delante de mi tienda cuando salíais del colegio -el nuevo dato hizo que los niños se sobresaltaran-. Estáis más grandes desde que entrasteis por última vez.
– ¿Qué tienda? ¿Quién eres? -preguntó Lola, que quería salir corriendo.
– Soy un admirador. Desde aquel día no me he perdido ninguna de vuestras aventuras. Me gustó especialmente el momento en el que salvasteis el supermercado de aquel incendio, aunque no se puede comparar con la aventura de la playa, en la que conseguisteis salvar a esa tortuga.
– ¿Qué? ¿Estabas en la playa ese día? -Neno estaba enfadado.
– Sí. Claro que estaba. He estado siempre. Y ayer, en la cabaña, también estaba escondido tras unos matorrales -siguió avanzando poco a poco- y si no hubiera sido porque había una mujer con un gato, por fin habríais sido míos. Pero ahora es mi momento. Cuando escuché que la mujer os citó en la cascada sabía que vendríais a ésta y no a la que está justo al lado de la casa.
Lola pensó que llevaba razón. Hubiera sido más lógico ir a la otra cascada con los padres cerca por si hubiera pasado algo. Sin embargo estaban solos y ya no podían hacer nada.
– Vosotros me robasteis.
– ¡No hemos robado nada nunca! -gritó escandalizada Juanita.
– ¡Sí! ¡Lo hicisteis! -gritó mientras tiraba a los pies de los niños una moneda de un euro- entrasteis en mi tienda y robasteis una salchicha que tenía en el escaparate. ¡No era cualquier salchicha, aunque eso ya lo sabéis!
Comenzó a dar pasos más rápidos mientras se quitaba la barba y el parche. Soltó la túnica al suelo.
– ¡Es él! ¡Mi dueño! -gritó Bratwurst.
Al oír las palabras aterradas de Bratwurst, Salchicha Woman lo cogió en brazos y voló tan alto como pudo.
– ¡Ahí estás! ¡Eres mío!
Mientras miraba hacia arriba, Pedrito intentó escapar justo por delante de él, con tanta torpeza que cayó de bruces en el suelo. El hombre, que seguía avanzando mientras miraba hacia el cielo, tropezó con Pedrito. Aunque consiguió poner las manos en el suelo para no chocar con la cara, no pudo hacer nada para no caer en el río. Lola, que estaba muy cerca, comenzó a tirar rápidamente sobre el cuerpo del hombre tantos palos y hojas secas como pudo. Mientras tanto, varios salmones que intentaban remontar el río para desovar, trataban de dar saltos sobre la cabeza del charcutero, pero lo más que conseguían era dar coletazos en la cara del hombre. Bratwurst, que veía la escena desde el aire se soltó de Salchicha Woman para caer directamente sobre él, dio un bocado en los calzoncillos y comenzó a tirar por fuera de los pantalones del desafortunado impostor.
Parecía que lo tenían muy controlado, con lo que era un buen momento para escapar. Sin embargo, una voz detrás de ellos hizo que cambiaran de opinión. En ese momento, Salchicha Woman y Bratwurst se escondieron veloces tras la pandilla.
– ¿Qué ocurre aquí? ¿Qué está pasando? ¿Me queréis decir por qué hay un hombre en el suelo?
Quien gritaba era el padre de Neno. Todos los padres y madres de los niños estaban allí. Lo más sorprendente de todo es quién les acompañaba. La mujer del ojo cerrado que conocieron en la cabaña estaba con ellos.
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Planning del capítulo
¡¡¡Menudo capitulo!!!Sara no para de reir de sólo imaginarse lo de la salchicha tirando de los calzoncillos del pobre hombre!😅😋😊😀
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¡En clase eran carcajadas!
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