Nuestro tercer libro: capítulo IX

A lo lejos se veían las luces de los coches de policía girando sin parar. El ruido de las sirenas se acercaba poco a poco y el resto de coches se iban apartando para que el que conducía muy rápido y sus perseguidores pudieran pasar.

– ¡Los tenemos delante! Se dirigen hacia Despeñaperros dirección Madrid.

– Recibido central -dijo una voz tras la emisora de uno de los coches-. Confirme que son los sospechosos fugados.

– Afirmativo. Son ellos, sin duda.

Desde que inauguraron la autovía, el paso por esa zona podía hacerse mucho más rápido. El coche que llevaban los fugados no era muy bueno, pero sabían sacarle partido al motor, que rugía en la salida de cada curva como si fuera un animal enorme gritando de dolor.

– Ve preparando todo -dijo la mujer que conducía el coche.

Él pasó al asiento de atrás y reclinó los tres respaldos adelante, dando paso al maletero. Desbloqueó el cierre de seguridad y el portón se abrió violentamente. El aire hizo que la puerta diera varios golpes contra el guardabarros trasero, hasta que en uno de ellos salió volando, casi sobre uno de los coches de policía que los perseguían, pero el conductor pudo esquivarla a tiempo.

– ¿Qué está haciendo? -se dijo en voz alta uno de los policías-. Atención unidades, tened cuidado. Seguidlos con precaución.

Dentro del coche que se daba a la fuga, el hombre preparaba varios artilugios.

– ¿Estamos seguros de esto? -preguntó a la mujer-. No queremos que nadie salga herido.

– Pues hazlo asegurándote de que así sea -zanjó ella.

El hombre, que había puesto un mosquetón en su cinturón que se unía por el otro extremo al asiento trasero del coche, cogió una caja de cartón del maletero y la abrió. Vertió todo su contenido sobre la calzada de la autovía. Cientos de clavos comenzaron a saltar en todas direcciones sobre el asfalto. Uno de los coches dio un volantazo para esquivarlos, lo que hizo que el resto de coches de policía frenaran de golpe sin saber exactamente qué pasaba. A los pocos metros, dos de los coches se vieron obligados a detener el coche por completo con los cuatro neumáticos reventados mientras un montón de chispas parecían escupir fuego hacia los lados.

– ¡Dos menos! -gritó él.

– ¡Nos acercamos al primer túnel! -contestó ella-. Es el momento.

Él colocó unos cilindros metálicos a cada lado del portón sobre unas bases que previamente habían preparado. Justo cuando entraron en el túnel, quitó unas tapas de los cilindros y de éstos comenzó a salir muchísimo humo, tanto que él mismo, a pesar de ir en dirección contraria al humo, tuvo que darse la vuelta para mirar hacia adelante. Pronto toda la boca del túnel se llenó de una niebla espesa que no dejaba ver. Dos coches de policía pasaron como si nada ocurriera, sin frenar lo más mínimo. Sin embargo, otro frenó en seco por miedo a chocar con algo, lo que hizo que fuera el coche que iba justo detrás el que se estrelló contra él. El estruendo fue enorme.

– ¡Alguien ha chocado! -gritó el hombre-. ¡No consigo ver nada!

Al salir del túnel pudieron ver que habían perdido de vista a otros dos coches policiales.

– ¡Confirmen estado, confirmen estado! -dijo el primer coche hablando por la radio.

– ¡Estamos bien, pero fuera de servicio! ¡Unidades 405 y 312 fuera de servicio!

– Maldita sea. Éstos me están empezando a cansar.

– ¿Pido apoyo aéreo? -quiso saber su inferior, que conducía el coche.

– No. Los vamos a parar. Acelera.

Los cuatro coches de policía que quedaban aceleraron al unísono, poniéndose casi a la misma altura de los fugados, lo que hizo que el jefe pudiera ver por primera vez la cara del preso escapado. Parecía desesperado, incluso triste por lo que estaba haciendo.

Éste cogió entonces una gran garrafa con algo rosa en su interior y lo echó por completo a ambos lados del coche. Un líquido espeso y pegajoso brotaba, deslizándose sobre el asfalto. De todos los trucos que tenían preparados, éste fue el más efectivo. De los cuatro coches de policía, tres comenzaron a girar como trompos, parándose sólo al chocar contra los quitamiedos laterales. Era evidente que ninguno sufrió daños, salvo un mareo enorme.

– Vale, solo quedamos nosotros. Sepárate, frena un poco. Si tiene más trucos escondidos, no nos va a pillar.

El coche que quedaba se separó viendo cómo tomaban una salida hacia Almuradiel.

– ¡Son nuestros! -gritó el policía-. En casco urbano no escaparán, acércate un poco.

El hombre que estaba en el maletero desancló el mosquetón de su cinturón y pasó al asiento del copiloto. Una vez entraron al pueblo, disminuyeron la velocidad. Vieron de lejos, en una avenida principal, un semáforo en rojo.

– Acelera ahora -le dijo a ella.

Así lo hizo y justo cuando estaban llegando al semáforo, él, con una aplicación de su teléfono móvil, hizo que la luz cambiara de repente a verde por unos segundos, el tiempo justo para que ellos pasaran, cambiando de nuevo a rojo.

– Pero, ¿qué…? ¿cómo…? -al policía no le salían las palabras-. ¡Acelera! ¡Acelera!

A pesar de llevar la sirena puesta, justo al pasar por la intersección, un camión se incorporaba a la vía haciendo que el único coche que aún los perseguía chocara con el lateral del morro de la cabina.

– ¡Venga ya! -vociferó el policía dando golpes a la guantera-. Atención, central. Necesitamos apoyo aéreo. El coche se da a la fuga en Almuradiel. ¡Rápido, se nos escapan!

No pasaron ni cinco minutos cuando el helicóptero dio aviso de que los seguían de cerca. Acababan de entrar a repostar en una gasolinera. Tras dar el aviso, tres nuevos coches policiales llegaron rápidamente para cerrar las salidas de la estación.

– ¡Están aquí! ¡Los tenemos! -gritó uno de ellos al ver el coche parado con una manguera puesta.

Los tres coches rodearon el vehículo fugado. Los agentes salieron a toda velocidad, colocándose detrás de las puertas para protegerse y apuntando con sus pistolas hacia el coche que repostaba.

– ¡Salgan con las manos en alto! ¡Salgan o abriremos fuego!

Sin embargo nadie salía del coche.

Unos kilómetros atrás, en la otra dirección, los dos presos se dirigían de nuevo al punto de partida con un coche distinto.

– De todas, haber dejado otro coche aparcado en esa gasolinera, ha sido la mejor idea. Ahora ya podemos conducir tranquilos.

El hombre sacó de nuevo su teléfono móvil y tecleó algo en el GPS. Puso el teléfono en una base del salpicadero.

“2 horas para llegar al río Borosa”

29 comentarios en “Nuestro tercer libro: capítulo IX

    1. Gema Martínez Castro

      Profe, el capitulo está chulisimo! Me encantan las trampas, los clavos, la fuga en la gasolinera etc .Qué listos son los presos !!!! Menos mal que la policía no ha acabado herida. Una pregunta profe, cómo se llama la ap de los semáforos?Qué pases un buen fin de semana!!!😃⛄🌈❤🐥🐶🐰✨

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      1. Rafa Alemán

        ¡Jajajajajajaja! ¡Si existiera, no te lo diría! Tenemos entre los papás a los mejores policías de toda España. Seguro que nos tirarían de las orejas.
        Gema, si la app existiera, ¿cómo la llamarías?

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  1. Raquel

    Vaya persecución de película, os habéis superado 😅😅😅😅
    Y de verdad qué es para cogerle manía a los dos malos del cuento… Qué ganas de saber que tramaran éstos ahora en el Borosa

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  2. Carlota

    Hola profe,creo que esté capitulo es de los mejores que hemos escrito,todo es super chulo las trampas…
    Espero que Salchicha Woman y Bratwurst les hagan una buena jugada a los malos.

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  3. Ana osorio

    Hola profe , soy Maria .Lo que mas me ha gustado a sido cuando han dejado el coche en la gasolinera y se han escapado con el otro coche. Espero que Salchicha woman y Bratwurs consigan escapar. Nos vemos mañana.

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    1. Paola

      Hola profe soy Jimena, me ha súper encantado el capítulo, madre mía la que se ha liado con los policías y ladrones, estoy deseando escribir las nuevas aventuras. 👋🐕🚔
      Hola Rafa soy Paola, me ha encantado!!! Por cierto este mensaje lo escribió Jimena esta tarde, ahora está dormida, pero no se xq , no se ha subido, no sé si mañana aparecerán dos, 🤣.

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  4. Ana belen

    Hola profe me flipa el capítulo la parte que más me ha gustado ha sido cuando en el GPS decía que quedaba para ir al Borosa que ponía “2 horas para llegar al río Borosa”😍🙊

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