El perrito caliente parlante (capítulo 11)

Desde que los amigos de la pandilla ayudaron a apagar el incendio del supermercado, no había pasado ni un día en el que no se hablara del tema en clase. Al fin y al cabo, no en todos los colegios había un grupo de héroes tan jóvenes. Mientras tanto, las familias de Pedrito y Lola, Neno y Juanita habían estado hablando sobre hacer un pequeño viaje juntos. Los chicos se lo habían dicho a Salchicha Woman y a Bratwurst. Los padres seguían sin saber nada sobre la existencia de las dos salchichas. La única vez en la que intentaron decírselo fue cuando a Salchicha Woman le dio un terrible dolor de espalda e intentaron que el padre de Lola y Pedrito «Cabezón» la ayudara, pero no les creyó.

– Me parece buena idea – dijo la madre de Pedrito mientras hablaba con otra de las familias por teléfono-. Además ese puente es largo y los chicos pueden disfrutar más tiempo juntos.

– ¿Ya sabéis cuándo nos vamos? -preguntó Lola a su madre cuando colgó, que estaba nerviosa desde hacía días.

– Nos vamos a la playa. Sabemos que aún hace frío y no nos podemos bañar, pero nos vendrá bien cambiar de aires. Iremos el fin de semana que viene.

En cuanto lo supo, Lola fue corriendo a avisar a su hermano y a las dos salchichas. Salchicha Woman se puso contentísima. Nunca había visto el mar. Sólo lo conocía por lo que su tío Fideo le había contado.

Esa semana pasó muy lenta. Cuando tenemos muchas ganas de que llegue un momento esperado, el tiempo parece ir más despacio. El viernes por la mañana, a la hora del recreo, los cuatro niños estuvieron hablando sobre qué llevarse para jugar, aunque estando juntos no necesitarían nada más.

Salieron de clase y cuando terminaron de comer subieron al coche.

– ¡Playa! -gritaba Neno, que llevaba dos noches sin dormir por los nervios.

En un par de horas habían llegado.

– Chicos, ayudad a deshacer las maletas -pidió el padre de Juanita al resto-. Cuando terminéis, podéis ir a dar un paseo por la playa, pero no os alejéis mucho. Sólo hasta el faro.

Juanita conocía muy bien el paseo marítimo. Veraneaban allí desde que ella recordaba. Terminaron de ordenar la ropa y cuando acabaron preguntaron si podían ayudar a hacer algo más. Como no había nada, fueron a dar su paseo.

– Tened cuidado y no paséis del faro -recordó el padre de Juanita.

Estuvieron un rato andando y hablando de cosas del cole y recordando riéndose el día en el que Osiris empujó a su dueña quedándose patas arriba. Desde que Osiris era la mascota de la pandilla habían ido a verla todas las tardes. Se la habían llevado con ellos a la playa. A su dueña no le importó y dijo que seguro que le vendría bien respirar el aire del mar. Sin embargo, desde que Osiris vio el agua de la playa, los chicos la notaban nerviosa.

– Creo que no le gusta el agua -dijo Pedrito-. A lo mejor piensa que la vamos a bañar. O quizá se acuerda del día del supermercado, cuando quedó empapada.

Salchicha Woman dijo a la pandilla que como nunca había visto el mar, iba a volar un rato sobre el agua. Estaba emocionada.

– Debe ser una pasada ver el agua desde arriba -comentó Neno-. Ojalá pudiéramos volar nosotros.

Al cabo de unos minutos, vieron cómo Salchicha Woman volaba a toda velocidad hacia ellos. En cuanto aterrizó sobre el hombro de Pedrito supieron que no traía buenas noticias.

– Chicos, algo malo le pasa a una tortuga -gritaba Salchicha Woman agitada.- La he visto lejos de la costa. Creo que tiene algo enredado entre sus aletas y he visto una cosa muy extraña en su boca.

– ¡Tenemos que ayudarla! -gritó Lola.

– Pero, ¿cómo? -preguntaba Juanita mientras miraba hacia el mar buscando la tortuga-. El agua está helada. No podemos ir nadando.

– Creo que lo tengo -observó pensativo Bratwurst, que se asomaba por el bolsillo de la camisa de Neno-. Usaré mis poderes camaleónicos. Intentaré cambiar mi color por el de la tortuga e iré nadando hasta ella para llevarla hasta la costa. Una vez aquí la podréis ayudar.

Llevaron a Bratwurst hasta la playa y la echaron al agua. Una vez dentro se movía como si fuera un pez. Fue siguiendo a Salchicha Woman, que iba volando buscando a la tortuga. Al llegar hasta ella, Bratwurst cambió su color. La tortuga, creyendo que la salchicha era alguien igual que ella, comenzó a seguirla, aunque con mucha dificultad. Apenas podía nadar y lo que tenía en la boca parecía ser muy incómodo para ella.

Mientras las salchichas se encargaban de rescatar a la tortuga, Juanita, que conocía muy bien la zona, fue corriendo a avisar a una veterinaria que tenía su clínica muy cerca de allí. Cuando las dos salchichas vieron a la mujer con los chicos esperando en la costa, se escondieron.

La veterinaria metió las piernas en el agua en cuanto vio a la tortuga y la puso sobre la arena.

– Lo que me temía -dijo.

– ¿Está bien? -preguntó preocupada Lola.

– No -contestó-, aunque gracias a vosotros se ha salvado.

– ¿Qué es eso que tiene en la boca? -preguntó Juanita.

– Mirad -contestó la veterinaria mientras muy poco a poco iba sacándolo de la boca-. Es una bolsa. Hay mucha gente que tira basura al mar. Las pobres tortugas, cuando ven las bolsas flotando en el agua, creen que son medusas e intentan comérselas. Y mirad esto -dijo señalando a sus aletas-. Son los anillos de plástico en los que se ponen las latas de refrescos. Si no las reciclamos, los animales corren peligro de quedarse enganchados a ellas. Esta tortuga ha sido muy afortunada al encontraros.

Cuando la veterinaria se aseguró de que la tortuga estaba bien dijo a los chicos que la devolvieran al mar. La cogieron entre los cuatro, satisfechos por lo que habían hecho. Era un animal precioso. La dejaron con cuidado en el agua y, en cuanto la soltaron, la tortuga pudo nadar sin problema.

Al llegar a casa, contaron lo que había pasado a sus padres, quienes aplaudieron lo que habían hecho. Después fueron a una de las habitaciones.

– Me parece fatal que se tiren cosas al mar -dijo a sus amigos Lola-. Nosotros nunca lo haremos. A partir de hoy, vamos a reciclar todo lo que se pueda volver a usar. ¿Qué os parece?

– Estoy de acuerdo -respondió Neno.

– Escuchad -Juanita llamó la atención de todos-. Desde que conocimos a Salchicha Woman hemos vivido un montón de aventuras y hemos ayudado a personas y animales. Creo que va siendo hora de que la pandilla tenga un nombre.

Pensaron unos minutos y dieron muchas ideas. Finalmente, Salchicha Woman dijo el nombre más raro de todos, pero que sin embargo gustó a todo el grupo. Era simple, divertido y resumía el nuevo compromiso de los chicos por cuidar del planeta.

– Lo tengo -susurró Salchicha Woman levantando el vuelo-. Desde hoy seremos…

LA PANDILLA DE LA LECHUGA VERDE

… aunque esa ya es otra historia.

 

 

El perrito caliente parlante (capítulo 10)

(…) Fue ganando velocidad a medida que avanzaba por el pasillo. Cuando sólo quedaban un par de metros para alcanzar a la salchicha, saltó, pero se dio de bruces contra la cara de su dueña, que inevitablemente cayó al suelo con la mala fortuna de rodar hacia atrás quedando la espalda sobre el suelo y las piernas hacia arriba (…).

– ¿No es el gato más precioso que habéis visto nunca? -gritó la mujer, que continuaba tumbada en el suelo con las piernas apuntando al techo como una tortuga del revés, mientras Pedrito y el resto de la pandilla estaban petrificados, con la boca abierta, ante la escena más extraña que pudieran haber imaginado.

Osiris, que se había quedado quieta en mitad del pasillo miró a la pandilla y volvió la mirada a su dueña, que seguía pateando el aire. No dudó ni un instante en ir a socorrerla. Los chicos y la madre de Lola y Pedrito también entraron después de pedir permiso para ayudarla a ponerse de pie.

– Gracias a todos – respondió amablemente la señora-. Con tanto ajetreo me ha entrado algo de hambre. ¿Os apetece una taza de chocolate bien caliente?

No tardaron ni un segundo en sentarse en el salón, esperando ansiosos la deliciosa merienda. Cuando la sirvió, también puso algo de chocolate sin azúcar a Osiris.

– La primera vez que veo a un gato comiendo chocolate caliente – observó Juanita-, aunque también es la primera vez que veo un gato tan… – dudó un momento-, bonito.

Mientras la mujer contaba cosas de cuando tenía la misma edad que la pandilla, Osiris, que ya había terminado su merienda, se subió sobre las piernas de Pedrito para que le acariciara un rato. Neno, que miraba a la gata pensativo propuso que Osiris fuera la mascota de la pandilla. La primera impresión de Salchicha Woman fue de incredulidad. Al fin y al cabo había querido comérsela hacía un momento. Tras pensarlo unos segundos cambió de opinión. Formando parte del grupo de amigos no volvería a atacarle.

– Tenemos que irnos. Muchas gracias por el chocolate – sonrió la madre de los dos hermanos.

– ¿Podemos llevar a Osiris a dar un paseo? – pidió Lola.

– Por mí bien -respondió la madre-, pero tenemos que ir a comprar algunas cosas.

– Bueno, que se vaya, pero tened cuidado. Es un trasto -bromeó la dueña.

En el supermercado sonaba música navideña de fondo. Había una sección de mantecados y turrones en una mesa adornada con bolas de colores. Fueron todos juntos por los pasillos ayudando a hacer la compra. Neno llevaba a Osiris en brazos cuando empezó a ponerse nerviosa.

– Algo le pasa -Neno avisó al resto.

De repente, un olor muy fuerte, como a queso azul quemado, inundó el supermercado. Osiris empezó a arañar a Neno, como si quisiera subir a lo alto de su cabeza y dio un salto hacia el suelo. Empezó a morder el pantalón de Pedrito en dirección a la calle, intentando decirle algo. Salchicha Woman, que miraba extrañada, decidió salir del bolsillo de la camisa y subió volando hacia el techo de la tienda cuando vio un humo muy sospechoso. Voló hacia el foco para ver qué pasaba. Al comprobarlo, volvió rápidamente hasta los chicos gritando «¡fuego, fuego!». La pandilla, que la escucho, no dudó en avisar a todos en la tienda.

– ¡Hay fuego! ¡Fuego! ¡Salid todos!

Los clientes y trabajadores del supermercado salieron alarmados mientras la jefa del establecimiento fue corriendo a por un extintor de incendios para apagarlo. Al rato, cuando se pasó el peligro, los rociadores automáticos (esos aparatos que hay en algunos techos que saben cuándo hay humo) empezaron a funcionar. Al caer el agua sobre Osiris salió despavorida hacia la calle.

– Y yo que creía antes que sólo era fea -dijo Juanita al ver a la gata empapada esperándolos en la calle.

La jefa del supermercado salió al rato para comprobar que todo el mundo estaba bien.

– Chicos, no tengo palabras para agradeceros lo que habéis hecho por mi negocio. Si no hubiera sido por vosotros, el local estaría ardiendo ahora mismo. Sé que lo que os voy a dar no es suficiente, pero en agradecimiento, regalaré la compra de un mes a vuestras familias.

Toda la pandilla saltó de alegría. De nuevo habían conseguido una gran hazaña.

El perrito caliente parlante (capítulo 9)

Los copos de nieve caían lentamente tras la ventana. Dentro de casa sonaba un villancico mientras dos gatos ronroneaban y acicalaban a una pequeña gatita que acababa de nacer. Cuando la pequeña abrió los ojos por primera vez vio a sus padres delante del fuego de una chimenea que calentaba el salón. Miró alrededor. Las luces intermitentes del árbol de Navidad iluminaban un rincón de la habitación. Entornó los ojos y se quedó dormida. Sus padres, dos gatos egipcios, se miraron complacidos, sintiendo que la pequeña gatita era lo más bonito que habían visto nunca. Le dieron más de mil besos mientras la limpiaban.

– Tendremos que pensar un nombre para ti -pensó en voz alta la dueña de los gatos.- Creo que lo tengo. Te llamarás Osiris.

Fueron unas Navidades perfectas para Osiris. Hacía bolas de nieve, jugaba con sus padres todo el día, pero sobre todo, daba zarpazos y perseguía a su juguete preferido, un ovillo de lana con el pasaba las horas sin aburrirse. En los ratos que quería descansar, se subía sobre el regazo de su dueña para que le acariciara por detrás de las orejas y le rascara la espalda. Una vida gatuna perfecta.

Todo se torció el día en el que salió al exterior por primera vez. Perseguía, como otras tantas veces, su ovillo de lana. Su dueña había salido a hablar con un vecino y había dejado la puerta abierta. Osiris salió a la calle y descubrió un mundo nuevo. Todo era diferente y le invadió una sensación desconocida. Entonces vio cómo algo que no reconocía corría hacia ella. Tenía las orejas muy largas, al igual que el cuerpo. Era más largo que alto, de color marrón y al correr, su hocico subía y bajaba mientras un montón de babas salían despedidas en todas direcciones. Osiris se quedó paralizada, mientras ese monstruo de cuatro patas le quitaba su juguete preferido y se alejaba moviendo rápidamente una cola ridícula a ambos lados.

Este percance le hizo ser más reservada y desconfiada, pero seguía pasando los días disfrutando de cada momento.

Pasaron los años y algo se volvió a cruzar en el camino de Osiris. Mientras daba un paseo cerca de casa, vio algo que le hizo recordar ese amargo momento. Algo alargado y marrón, muy parecido al ladrón de ovillos orejudo, pasó frente a ella con un grupo de niños y un montón de sentimientos que no gustaban a Osiris se apoderaron de ella, comenzando a correr tras la salchicha, lo que se convirtió en una persecución que acabó en la pared de una pista de patinaje sobre hielo.

Días después se volverían a encontrar en su propia casa.

_______

Pedrito “Cabezón” llamó al timbre. A los pocos segundos, una señora mayor abrió la puerta.

– Buenos días, pequeños -saludó sonriente la señora.

– Buenos días. Mis hijos y sus amigos han encontrado algo que creen que podría ser suyo.

– Hemos encontrado esto en el parque. Creemos que es de un perro -Juanita, que llevaba el collar, se lo dio a la mujer.

– ¡Sí es mío! Pero no es de un perro. Es de mi gatita preciosa. Esperad -se dio la vuelta para llamar a su mascota. – ¡Osiris! ¡Mira lo que estos niños tan buenos han traído!

Al fondo del pasillo apareció lentamente la cabeza del gato más feo que los niños habían visto nunca. Mientras se acercaba, Salchicha Woman y Bratwurst se asomaron por encima del bolsillo de Pedrito, en el que estaban escondidos. Osiris, que tenía una vista buenísima, la vio inmediatamente. Salchicha Woman empezó a sudar nerviosa mientras la gata la miraba fijamente y se acercaba mucho más rápido, con una mirada que parecía decir “Por fin. Ya eres mía”.

Fue ganando velocidad a medida que avanzaba por el pasillo. Cuando sólo quedaban un par de metros para alcanzar a la salchicha, saltó, pero se dio de bruces contra la cara de su dueña, que inevitablemente cayó al suelo con la mala fortuna de rodar hacia atrás quedando la espalda sobre el suelo y las piernas hacia arriba. Al escuchar el estruendo, Osiris volvió la vista hacia su dueña, que con las piernas mirando al techo y con luces navideñas adornando todas las paredes parecía un árbol navideño un tanto raro, pero que sin embargo hicieron que Osiris recuperara muchos recuerdos de cuando era un gatito pequeño. La rabia que sentía fue poco a poco desapareciendo y sintió cómo la calma y la alegría se apoderaban de su cuerpo. Al mirar de nuevo a la salchicha, que estaba aterrada, comprendió que aquel no era el mismo ser que años atrás le quitó su ovillo de lana, y que aunque lo fuera, aquello formaba parte del pasado y no valía la pena continuar recordándolo.

– ¿No es el gato más precioso que habéis visto nunca? -gritó la mujer, que continuaba tumbada en el suelo con las piernas apuntando al techo como una tortuga del revés, mientras Pedrito y el resto de la pandilla estaban petrificados, con la boca abierta, ante la escena más extraña que pudieran haber imaginado.

 

El perrito caliente parlante (capítulo 8)

Osiris se acicalaba lamiendo sus patas y acariciando su cabeza con ellas mientras su dueña veía la televisión. Era presumida y le gustaba estar siempre perfecta. Después cerró un rato los ojos, ronroneando, para descansar. A diferencia del resto de gatos, ella no tenía un solo pelo en todo el cuerpo. Era muy delgada y sus orejas y ojos muy grandes, al contrario que su pequeña cabeza. A pesar de no ser muy bonita, su dueña se gastó mucho dinero para poder tenerla.

Después de dormir una pequeña siesta, Osiris volvió a pensar en lo mismo que llevaba tiempo pensando: ajustar las cuentas con una salchicha que le hizo darse un cabezazo contra una pared. A pesar de que eso pasó hacía ya unos días, a la gata aún no le había bajado el chichón que le salió y le seguía doliendo. No podía olvidar el olor de esa salchicha y cada vez que salía por la trampilla de la cocina a la calle para dar un paseo, buscaba algún rastro que le llevara hasta ella, aunque aún no había tenido suerte.

Osiris estaba obsesionada con encontrarla. Entrenaba duro a diario. Hacía varias abdominales por la mañana. Después, con dos plátanos, levantaba pesas y por último iba a correr por el barrio. Por las tardes imaginaba que la salchicha era un ovillo de lana que había en casa y peleaba con él. No sólo estaba herida por el golpe que se dio en la pista de patinaje. También estaba triste porque perdió su collar con cascabel. Echaba de menos ese sonido.

Mientras todo esto pasaba, la pandilla aprovechaba el domingo para hacer lo que más les gustaba. Jugar al escondite en el parque. Neno llevaba un rato escondido cuando vio algo brillante en el suelo. Se acercó a cogerlo pensando que podría ser algo de valor, pero sólo era un collar con un cascabel. Detrás había escrito un mensaje:

Osiris: calle Cándido Nogales, 1.

– ¡Eh! ¡Mirad lo que he encontrado! -gritó Pedrito «Cabezón» a sus amigos.

Lola cogió el collar.

– Parece de un perro -les dijo a sus amigos.

– Y mirad, tiene algo escrito detrás. Parece una dirección.

– «Osiris» ¿Será el nombre del perro? -observó Neno.

Salchicha Woman se quedó un rato pensativa mirando el collar. Le resultaba familiar.

– Propongo hacer algo bueno. ¿Por qué no vamos a la casa y se lo devolvemos a su dueño? -propuso Juanita muy contenta.

– Me parece bien, pero antes deberíamos decírselo a nuestros padres. Esa calle está aquí al lado, pero ellos deben saberlo -Lola siempre había sido la más responsable.

Fueron a casa de Pedrito y Lola y su madre les propuso ir con ellos. Al fin y al cabo no sabían de quién sería. Sólo tardaron cinco minutos en llegar. Pedrito «Cabezón» llamó al timbre. A los pocos segundos, una señora mayor abrió la puerta.

– Buenos días, pequeños -saludó sonriente la señora.

– Buenos días. Mis hijos y sus amigos han encontrado algo que creen que podría ser suyo.

– Hemos encontrado esto en el parque. Creemos que es de un perro -Juanita, que llevaba el collar, se lo dio a la mujer.

– ¡Sí es mío! Pero no es de un perro. Es de mi gatita preciosa. Esperad -se dio la vuelta para llamar a su mascota. – ¡Osiris! ¡Mira lo que estos niños tan buenos han traído!

Al fondo del pasillo apareció lentamente la cabeza del gato más feo que los niños habían visto nunca. Mientras se acercaba, Salchicha Woman y Bratwurst se asomaron por encima del bolsillo de Pedrito, en el que estaban escondidos. Osiris, que tenía una vista buenísima, la vio inmediatamente. Salchicha Woman empezó a sudar nerviosa mientras la gata la miraba fijamente y se acercaba mucho más rápido, con una mirada que parecía decir «Por fin. Ya eres mía».

 

 

El perrito caliente parlante (capítulo 7)

(…)

Salchicha Woman enrolló su cuerpo alrededor de Bratwurst y los dos empezaron a volar. Pasaron por detrás del tendero sin que se diera cuenta. Al cruzar la puerta, el chorro de aire caliente de la calefacción cayó de lleno sobre la capa de tranchete de queso de Salchicha Woman y se derritió de golpe. Las dos salchichas cayeron en picado hacia el suelo, pero justo antes de caer Lola consiguió cogerlas en el aire.

– ¡Vámonos ya! -gritó Pedrito mientras dejaba la moneda sobre el mostrador.

Lola abrió la mano y sonrió al ver a las dos salchichas juntas. De nuevo, la pandilla crecía.

– Ya es hora de irnos a casa -señaló Lola. – Ha sido un día muy intenso.

De nuevo, los amigos se despidieron hasta el día siguiente.

La noche pasó sin sobresaltos. Nada extraño ocurrió, por raro que pudiera parecer. Al día siguiente, sábado, se despertaron temprano y mientras Pedrito «Cabezón» y Lola desayunaban, Salchicha Woman y Bratwurst se quedaron en la habitación hablando.

– Es alucinante que puedas volar -dijo pensativa la salchicha sin gluten.

– A lo mejor tú también puedes. Yo descubrí que volaba cuando me puse este tranchete sobre la espalda.

Mientras lo decía, colocaba el queso sobre la espalda de Bratwurst. En ese momento entraron en el dormitorio los dos hermanos.

– ¿Tú también vuelas? -quiso saber Pedrito.

– No. Parece que no.

Bratwurst se quitó la capa y se la devolvió a Salchicha Woman. En ese momento sonó el timbre de la casa y Pedrito fue corriendo a abrir la puerta. Cuando volvió, con él iban Neno y Juanita.

– ¿Qué hacéis? -preguntó Juanita.

Pedrito les contó que estaban poniendo la capa a Bratwurst para ver si también podía volar, pero que no había resultado.

– ¿Y dónde está? -volvió a preguntar Juanita.

– ¿El qué? ¿La capa?

– No. Estoy preguntando que dónde está Bratwurst.

– Aquí, justo a tu lado -la voz de Bratwurst venía del suelo, justo de debajo de donde estaban Neno y Juanita, pero inexplicablemente no la veían.

– ¿Dónde estás? ¡No podemos verte!

Bratwurst empezó a mover las manos con energía, pero no conseguía que la pandilla les viera. Cerró fuerte los ojos y de repente volvió a hacerse visible.

– ¡Guau! -exclamó Lola. -¿Cómo has hecho eso?

– No termino de controlarlo -respondió Bratwurst. – Desde hace meses me ocurre que cuando cierro fuerte los ojos soy capaz de camuflarme perfectamente, como los camaleones. Todo ocurrió el pasado verano. Yo iba paseando por un bosque y de repente un camaleón me atrapó con su larga y pegajosa lengua. Cuando iba a comerme, me escupió. Supongo que prefería las salchichas con gluten. El caso es que desde entonces, cuando cierro fuerte los ojos mi piel cambia de color según lo que tenga alrededor.

– ¡Alucinante! ¡Eso también es un superpoder! -dijo perplejo Pedrito.

Justo en ese momento, los chicos escucharon un fuerte grito a través de la ventana. Cuando se asomaron a ella, vieron a un niño llorando en el suelo mientras otro niño huía con una bicicleta.

– ¡Alguien le ha quitado la bici! -gritó Neno.

Lo que a continuación ocurrió pasó muy deprisa.

Salchicha Woman cogió en brazos a Bratwurst y salió volando por la ventana. Adelantó a la bicicleta y dejó a la salchicha en el suelo.

– ¡Camúflate! -le gritó.

Entonces volvió hacia donde estaba el niño que intentaba llevarse la bicicleta y comenzó a revolotear alrededor de su cabeza. El chico, alucinado, comenzó a mover sus manos intentando derribar a Salchicha Woman mientras intentaba mirar hacia al frente. En ese momento, Bratwurst, que había adquirido el mismo color del asfalto, consiguió enrollarse en los radios de la rueda delantera, con lo que inevitablemente el niño cayó al suelo.

– ¡Eh, tú! -Pedrito y el resto de la pandilla gritaban a la vez mientras llegaban corriendo.

Después de hablar un rato con el chico que se había llevado la bici, éste dijo que sólo la había cogido prestada, para gastar una broma y que nunca volvería a hacerlo.

El dueño de la bici les agradeció mucho que la hubieran recuperado y preguntó a la pandilla por el sitio en el que habían comprado esas salchichas tan molonas. Todos rieron.

Y así, juntos fueron a dar un paseo, orgullosos y satisfechos por haber hecho algo bueno y por haber logrado su primera hazaña en grupo, la primera de muchas hazañas más.

El perrito caliente parlante (capítulo 6)

(…)

Cuando Pedrito, extrañado, miró hacia el mismo sitio, vio que Salchicha Woman miraba el escaparate de la charcutería del barrio. Dentro había una salchicha bajo un letrero en el que ponía “oferta de la semana”.

– ¿Qué ocurre? -preguntó Pedrito “Cabezón”. – ¿Por qué miras esa salchicha?

Salchicha Woman notó que su corazón se aceleraba y que un montón de mariposas parecía revolotear en su barriga. Suspiró y les dijo a sus dos amigos:

– No es una salchicha cualquiera. Es una salchicha sin gluten. Creo que me he enamorado. Tenemos que sacarla de ahí. Llama al resto de la pandilla. Vamos a rescatarla.

– ¿Y cómo llamamos a Juanita y Neno?

– Yo me encargo -contestó Salchicha Woman. – Esperadme aquí.

Rápidamente fue hasta la casa de Lola y Pedrito, se coló por debajo de la puerta y buscó su capa. Se la puso y se fue volando por la ventana, pero antes cogió una moneda de 2 euros que había sobre la mesita de noche de Pedrito. Veloz como un avión, encontró a Juanita y a Neno, que aún caminaban por la calle. Pocos minutos después estaba toda la pandilla frente a la charcutería.

Hablaron un rato sobre cómo rescatarían a la salchicha y entraron en la tienda. Todo su plan se fue al traste desde el principio. Salchicha Woman, que entró volando, se chocó con algo y cayó sobre el mostrador del charcutero, quien al ver la salchicha encima la cogió rápidamente, creyendo que era suya, y la colocó en el escaparate, justo al lado de la salchicha sin gluten.

Los cuatro amigos se pusieron muy nerviosos intentando explicarle que esa salchicha era suya, que venía volando y había tropezado, pero, como es lógico, el tendero no les creía. Pero la escena a la que nadie hacía caso ocurría en el otro extremo de la tienda, donde las dos salchichas cruzaban sus primeras palabras.

– Hola -dijo tímidamente nuestra protagonista.

– Hola -contesto algo triste la otra.

– Mi nombre es Salchicha Woman y he venido a rescatarte.

Tras unos segundos, la otra salchicha respondió.

– Yo soy Bratwurst, de Alemania -contestó la salchicha sin gluten.

Su voz era grave y profunda, música para los oídos de Salchicha Woman.

– Voy a sacarte de aquí ahora mismo. Confía en mí.

Salchicha Woman enrolló su cuerpo alrededor de Bratwurst y los dos empezaron a volar. Pasaron por detrás del tendero sin que se diera cuenta. Al cruzar la puerta, el chorro de aire caliente de la calefacción cayó de lleno sobre la capa de tranchete de queso de Salchicha Woman y se derritió de golpe. Las dos salchichas cayeron en picado hacia el suelo, pero justo antes de caer Lola consiguió cogerlas en el aire.

– ¡Vámonos ya! -gritó Pedrito mientras dejaba la moneda sobre el mostrador.

Lola abrió la mano y sonrió al ver a las dos salchichas juntas. De nuevo, la pandilla crecía.

 

El perrito caliente parlante (capítulo 5)

(…)

Fueron a dar un paseo para volver a casa, hablando sobre lo alucinante que era Salchicha Woman, no sin antes parar en las atracciones de la plaza del Corte Inglés. Mientras Lola y Neno patinaban en la pista de hielo y Juanita y Pedrito pescaban patos de plástico, Salchicha Woman, sin su capa, daba un tranquilo paseo y los miraba sonriente. De repente pasó algo inesperado.

Un gato callejero corrió hacia ella mientras se relamía.

– ¡Socorro! -gritó Salchicha Woman, sin que ninguno de sus amigos consiguiera escucharla.

Justo cuando el gato iba a alcanzarla, Salchicha Woman consiguió esquivarlo girando bruscamente a la derecha, metiéndose en la pista de patinaje. El gato, con una rapidez asombrosa, giró al mismo tiempo siguiéndola de cerca. El hielo hizo la persecución muy peligrosa. Salchicha Woman, que miraba hacia atrás y veía muy de cerca al gato, descubrió que podía deslizarse con mucha facilidad sobre el hielo, ya que su cuerpo era muy liso y suave. A toda velocidad iba sorteando las cuchillas de los patines de los niños, corriendo el peligro de convertirse en una salchicha hecha rodajas. Peor suerte estaba corriendo el gato, que con cada zancada que daba, notaba cómo sus patas se iban escurriendo en todas las direcciones y no paraba de dar cabezazos contra el suelo. Fue entonces cuando Salchicha Woman volvió a mirar hacia delante y se topó con la pared del fondo de la pista. Cerró fuerte los ojos, asustada. Cuando los abrió, vio a cámara lenta cómo, gracias de nuevo a su flexible cuerpo, dio una vuelta atrás por encima del gato y, éste, inevitablemente chocaba contra la pared. Cuando Salchicha Woman pudo parar y volver la mirada hacia el gato vio a mucha gente junto a él, que comprobaban si estaba bien. Mientras tanto, sonaba en el hilo musical la canción principal de la película de Frozen.

«Libre soy, libre soy
no puedo ocultarlo más
Libre soy, libre soy
libertad sin vuelta atrás.
¿Qué más da? No me importa ya
Gran tormenta habrá
El frío es parte también de mí»

Al salir de la pista de hielo vio que Lola y Neno se estaban quitando los patines.

– ¡Estás empapada! -exclamó Lola.

– Lo sé -asintió Salchicha Woman -. Un señor estaba fregando la terraza de su casa. Entonces su perro, un pastor alemán enorme, ha tirado el cubo de la fregona con su hocico y el agua ha empezado a caer a la calle. Me ha caído toda encima.

– No me lo creo -contestó Juanita mientras se ataba los cordones.

– Si te cuento lo que de verdad me ha pasado, lo creerás menos aún.

Toda la pandilla, de camino a casa, fue despidiéndose hasta el día siguiente. Cuando ya sólo quedaban los dos hermanos con la salchicha y llegando al portal, Salchicha Woman los paró en seco. Boquiabierta, nuestra heroína se quedó pasmada mirando fijamente un escaparate. Cuando Pedrito, extrañado, miró hacia el mismo sitio, vio que Salchicha Woman miraba el escaparate de la charcutería del barrio. Dentro había una salchicha bajo un letrero en el que ponía «oferta de la semana».

– ¿Qué ocurre? -preguntó Pedrito «Cabezón». – ¿Por qué miras esa salchicha?

Salchicha Woman notó que su corazón se aceleraba y que un montón de mariposas parecía revolotear en su barriga. Suspiró y les dijo a sus dos amigos:

– No es una salchicha cualquiera. Es una salchicha sin gluten. Creo que me he enamorado. Tenemos que sacarla de ahí. Llama al resto de la pandilla. Vamos a rescatarla.

El perrito caliente parlante (capítulo 4)

(…)

– Y si esta salchicha es de verdad amiga vuestra, – quiso saber Lola – dime, ¿cómo se llama?

Tras unos segundos pensando, Pedrito tomó aire. Se había dado cuenta de que nadie le había preguntado su nombre. Era responsabilidad suya que fuera un nombre que estuviera a la altura de algo realmente fabuloso. Miró de nuevo a su hermana y le dijo mientras asentía:

– Te presento a Roncadora Salchichaman.

– Y, ¿por qué Salchichaman? Cuando hablamos, decimos «la» salchicha y no «el» salchicha, lo que quiere decir que es una chica. Debería llamarse Salchicha Woman, ¿no?

Pedrito «Cabezón» se quedó un rato pensando. Su hermana Lola siempre había sido muy lista. Si ella lo decía, llevaría razón.

De repente, Salchicha Woman se despertó por todo el ruido que los dos hermanos estaban haciendo.

– Pero, ¿qué ocurre? ¡Cuánto gritáis!

Lola permaneció inmóvil, perpleja, pensando que era alucinante que también hablara.

– ¿Sabes dónde estás? – preguntó Pedrito, viendo que seguía a dos metros del suelo.

– En tu casa.

– Me refiero a que estás volando.

Cuando Salchicha Woman miró hacia abajo sintió un vértigo indescriptible.

– ¿Cómo es posible? ¡Debo estar soñando! -se dio un pellizco. – Y ahora, ¿cómo bajo de aquí?

– Quítate el tranchete de la espalda, a ver qué pasa – propuso Lola.

Salchicha Woman asintió. Cuando se quitó la capa cayó de forma brusca al suelo.

– ¡Ay! ¡Mi espalda! ¡Me duele muchísimo! – se quejó.

– Tranquila, Salchicha Woman -intentó calmarla Pedrito. – Mi padre es fisioterapeuta. ¡Lo llamaremos para que te dé un masaje!

Pedrito y Lola fueron corriendo a la habitación de sus padres. Intentaron despertarlo sin conseguirlo. Lola salió y a los pocos segundos volvió con un vaso lleno de agua.

– Tíraselo tú, Pedrito.

Cuando Pedrito le echó el agua sobre la cara, su padre dio un respingó y gritó:

– ¡Qué pasa!

– No te enfades. Es un asunto importante – lo calmó Lola.

Pedrito y Lola le contaron a su padre toda la historia de cómo la salchicha se convirtió en Salchicha Woman. Inexplicablemente, su padre no les creyó.

– Pero, ¿os habéis vuelto locos? ¿Sabéis qué hora es? -protestó muy enfadado.

Los dos hermanos huyeron despavoridos. Cuando llegaron al dormitorio, Salchicha Woman seguía retorciéndose en el suelo.

– ¡Ya sé! -gritó Lola. – Espera.

Lola volvió con un rodillo de cocina, de los de madera y se lo dio a su hermano. Éste fue pasándolo con delicadeza sobre la salchicha que, poco a poco, fue encontrándose mejor.

El resto de la noche pasó sin sobresaltos. Al día siguiente, después del colegio, Pedrito y Lola le contaron a Juanita y a Neno lo que había pasado la noche anterior. Para demostrárselo, le volvieron a poner a Salchicha Woman el tranchete sobre la espalda y, ¡zas! Comenzó a volar de nuevo.

– ¡Alucinante! -dijo Neno. – Déjame probar.

Y sin dudarlo un instante le quitó el tranchete y se lo puso sobre su hombro, pero no ocurrió nada.

– Sólo funciona con él -observó Neno.

– Con ella -señaló Lola.

Fueron a dar un paseo para volver a casa hablando sobre lo alucinante que era Salchicha Woman, no sin antes parar en las atracciones de la plaza del Corte Inglés. Mientras Lola y Neno patinaban en la pista de hielo y Juanita y Pedrito pescaban patos de plástico, Salchicha Woman, sin su capa, daba un tranquilo paseo y los miraba sonriente. De repente pasó algo inesperado.

Un gato callejero corrió hacia ella mientras se relamía.

– ¡Socorro! -gritó Salchicha Woman, sin que ninguno de sus amigos consiguiera escucharla.